DISEQUILIBRIUMS. Los Individuos. Capítulo 17
CAPÍTULO 17
Lunes, 19 de diciembre
Hora: 18:00
Normalmente suele haber chicos jóvenes con monopatines practicando nuevos saltos junto a la entrada de la catedral de La Seo y junto a la entrada del foro romano. Aprovechan la pendiente para hacer saltos e incluso a veces utilizan las escaleras que hay junto a la fuente para hacer sus piruetas. Hoy no hay nadie debido al frío. Sigue luciendo el sol, pero el viento causa una sensación helada en esta época del año.
Según me contaba mamá, la plaza de La Seo antes era diferente. Parecía más pequeña, con una zona peatonal en el centro rodeada por una calle para que circularan los coches. La plaza destacaba por los árboles que desde luego en los días de más de cuarenta grados en verano era muy bienvenidos. En la actualidad, que es lo que yo conozco, no hay sombras. Esta plaza es una continuación al gran espacio diáfano de la contigua plaza del Pilar. En el fondo es como una extensión de la otra, aunque aquí hay varios niveles de suelo. Unas escaleras que suben tres escalones de unos veinte centímetros cada uno, paralelos a la calle Don Jaime y luego bajan cinco hasta el nivel de la plaza. Estos se utilizan realmente como bancos para sentarse.
Veo la gran superficie de agua que se extiende en la fuente junto al alto monumento en mitad de la plaza y todo el banco corrido para sentarse a lo largo de la fuente. Tendrá unos veinte metros de alto, son tres paredes verticales rectangulares de grandes azulejos de color marrón clarito, que se elevan tocándose en los lados cortos. Justo debajo está señalada la entrada al foro romano.
De los cuatro lados de la plaza, uno es la propia calle Don Jaime I, otro es un edificio de tres pisos pintado en un color ocre que destaca frente al color blanco de la fachada de la capilla adyacente a la catedral de La Seo que está en el lado opuesto a la calle. La entrada principal a la catedral es del mismo color del ladrillo oscuro del resto de la iglesia. Me siento pequeña entre tanto edificio y monumento enorme.
La verdad es que cuando el tiempo es bueno, suele haber bastante gente en este sitio. Hoy no ocurre eso.
Aprovechando que todo el banco a lo largo de la fuente está vacío y no hay nadie en la plaza, me siento la primera, pero en el suelo, para protegerme del viento. He puesto horizontal un gran mapa de la ciudad de Zaragoza que nos acaban de dar hace unos minutos en la Oficina de Turismo tras salir de la casa de Nicola.
Erik que, desde hace un buen rato, no ha tratado de darme la mano, me mira sin decir nada. Mecánicamente superpone un papel transparente que ha comprado Elsa en la tienda de la esquina. En él habíamos dibujado el rectángulo con las líneas que les había dado la guía, pero a escala.
No quiero preguntarme cómo, pero Samuel ha sacado de sus bolsillos una pequeña regla, una escuadra y un semicírculo de los que se usan para medir los grados en los ángulos de clase de geometría. Es impredecible este chico, no deja de sorprenderme.
Mientras mira, Elsa dice:
—Esto es lo que nos dijo Nicola. Que pusiéramos el mapa de Zaragoza con el rectángulo superpuesto.
David se agacha para ver el detalle y dice:
—La verdad es que es increíble. ¡Cómo coincide! El Cardus y el Decumanus girado y el rectángulo también.
Acaba de parar un poco el viento, pero el frío se deja sentir igual que antes. Las nubes grises siguen arriba anunciando que pronto va a llover. A nuestro alrededor nadie nos mira, no porque no tengan curiosidad, sino porque no pasa nadie. Estamos literalmente solos en la plaza. Me encanta.
Mientras observan el mapa miro a David lo bien que le queda el flequillo y lo atractivo que hoy está. Supongo que todos los deportistas que hacen remo tienen el cuerpo tan fuerte como el suyo. Diría que no le sobra ni un gramo de grasa. Hoy está especialmente simpático… ¿Por qué me estoy fijando en él? Erik está hoy muy guapo también… ¿qué me pasa? David es mi amigo y Erik es mi novio, punto. Volvamos a lo que estamos haciendo.
—Y se ven las cuatro puertas de la ciudad y las esquinas —comento—. Queda claro que no está orientado al norte.
—Entonces —dice Erik, sin mirarme—, según dijo Nicola, el dibujo que te entregaron es el rectángulo solsticial.
Señala el dibujo que tiene en la mano con el rectángulo mostrando las diferentes direcciones de puestas y salidas del sol de los diferentes solsticios y equinoccios. Según nos dijo Nicola, «el trazado de las murallas de la ciudad romana está inscrita dentro de un rectángulo cuya proporción no es arbitraria, ya que guarda una relación de proporción entre sus lados, vinculados a la latitud de la ciudad de Zaragoza».
Reconozco que hasta hace unas horas en casa de Nicola nunca había oído hablar del rectángulo solsticial. No sé qué pensar. Afortunadamente Erik, al ver la cara de todos con lo del tema del rectángulo, está leyendo en la tablet lo que le aparece en Internet:
—«… El rectángulo solsticial tiene una proporción específica definida por la orientación de la salida del sol en el solsticio de verano. Este ángulo respecto al norte, llamado azimut, es diferente en función de la latitud a la que nos encontramos, lo que exigía calcular esta orientación a través de la sombra que creaba una vara vertical este día solar. Una vez marcada la sombra, se trazaba un círculo. La intersección de esta sombra sobre el círculo definía un rectángulo inscrito en el mismo, cuya diagonal era esta sombra…»
Le vemos que mueve el dedo en la pantalla de abajo arriba para seguir leyendo el texto:
—«… Este trazado geométrico era fundamental para la creación de cualquier construcción sagrada, y ha sido utilizada por todas las culturas…».
—¡Impresionante! —se me escapa—, no tenía ni idea.
Los demás no dicen nada, pero por sus caras, lo han debido de conocer a la vez que yo. Esto me empieza a gustar cada vez más. Me parece que estamos abriendo una puerta hacia una habitación en la que no hemos estado nunca… ¿Y la mujer de la heladería? ¿Qué hago con lo que me dijo después en la plaza San Felipe? ¿Peligro? No quiero creer nada… pero, su mirada… Había algo de profundidad en ella. ¿Y lo que le dijo el guarda del museo a Elsa? ¿Cómo voy a olvidarlo?
—Es la segunda vez que aparece lo de la ciudad sagrada, y ahora… construcción sagrada —apunta David y me vuelvo a centrar en la conversación.
—Y así, girándolo un poco —dice Elsa, mientras mueve sobre el plano el papel transparente con el rectángulo dibujado—, se hace coincidir el Cardus y el Decumanus de las dos calles.
David y Elsa exclaman a la vez:
—¡Es alucinante la coincidencia! Nicola tenía razón.
Nos quedamos en silencio todos observando y girando el papel transparente para comprobar cada uno en su turno las orientaciones y coincidencias.
—Y no olvidemos lo que dijo el viejo —nos sorprende a todos Samuel hablando.
El problema es que lo hace tan rápido y tan cerrado al hablar que casi no le entiendo. Coge su bloc de notas y empieza a leer:
—«Este rectángulo es conocido en geometría operativa como “rectángulo solsticial” y tiene la virtud de armonizar las energías de la tierra en su interior, ordenando los cuatro elementos (fuego, agua, tierra y aire), en sus cuatro esquinas, y el quinto elemento, el éter, en su centro.»
Elsa deja de mirar el mapa y fija sus ojos en los míos:
—¿Por qué le dijiste al viejo que sabías lo que era el rectángulo?
Se hace un poco de silencio y ya son los cuatro los que me están mirando.
Me siento observada e interrogada.
Pero no me molesta.
Voy a contestar.
Pero me paro un momento porque comienzan a oírse las campanas de la catedral. Son las siete de la tarde.
—Porque está en el libro que mi padre dejó abierto el día que desapareció —contesto una vez que han acabado las campanas y, mirando el papel, continúo—: Desde que mi padre ya nunca volvió de la última expedición en que participó, mi madre no ha querido tocar nada de la mesa de trabajo. —Me quedo en silencio mirando el plano—. La desaparición de mi padre fue un golpe muy fuerte para ella. Imaginaos, se fue a unas excavaciones al norte de Italia y desapareció. Nunca se supo más de él. Las autoridades le dijeron a mi madre después de un mes de búsqueda que lo daban por desaparecido. Ella se sumió en una profunda tristeza durante las siguientes cuatro semanas. Luego reaccionó, se volvió de nuevo activa en casa, y ordenó las cosas de mi padre de las habitaciones, excepto en la que usaba de despacho de trabajo.
Creo que nunca les había contado tanto detalle. Me siento aliviada y sobre todo me siento escuchada y querida por mis amigos. Elsa me está mirando con tanta ternura que le daría un abrazo ahora mismo. Trago algo de saliva antes de seguir.
—Como os podéis imaginar — continúo—, como investigador que era, tenía toda la mesa siempre desordenada. Aparte de ser profesor de Historia en la universidad, tenía varios trabajos de investigación en curso, y lo tenía todo encima de la mesa. No me preguntéis por qué, pero mi madre no quiere tocar nada, dice que cuando alguno de sus hijos sea mayor y tenga conocimiento del tema, podría continuar sus investigaciones. La verdad es que a mí la historia no me va, espero que alguno de mis hermanos pueda cumplir la voluntad de mi madre.
Provoco un pequeño silencio, solo para confirmar que me escuchan y continúo:
—Al verlo en el papel que me entregó la guía, revisé alguno de los libros de la mesa de mi padre, y estaba en uno de ellos abierto por la página 23 con el dibujo. El libro se llama La ciudad de Zaragoza, Nomenclator 1808.
Como lo llevo hoy conmigo en la mochila, lo saco por si alguno quiere hojearlo. Samuel prácticamente me lo quita de las manos y se poner a rebuscar en su interior.
—Pero por mucho que leía, no entendía por qué estaba girado. Revisé en Internet y vi otras ciudades en el mundo que se construyeron con el concepto de Cardus y el Decumanus, pero en ninguna que haya visto, está girado. Seguro que habrá alguna, pero yo no la encontré, solo esta: Caesaraugusta.
Me cae una gota en la mano. ¡Mierda! Está lloviendo. Recogemos rápidamente el plano y el resto de cosas que hemos extendido.
—Solo nos queda lo más importante: averiguar el resto —dice David al aire mientras tratamos de salir corriendo a los porches.
En el fondo, me siento aliviada por su comentario. Si no, parece que soy la única loca en esto.
Seguimos corriendo.
Ya estamos protegidos del agua en los porches justo delante del restaurante Las Palomas.
Erik vuelve a desplegar el mapa en el suelo y nos ponemos a su alrededor. Ahora sí que hemos conseguido llamar la atención. La poca gente que pasaba se ha quedado donde estamos nosotros esperando también a que deje de llover. Veo que algunos curiosos se acercan por encima de nuestros hombros a mirar.
Menos mal que llevamos a Samuel. Con un par de comentarios groseros consigue espantar a los que se nos acercan. El resto nos miramos encogiéndonos de hombros y volvemos la vista de nuevo al plano.
Erik nos mira a todos y tomando una actitud que todavía no le había visto, empieza a tomar la iniciativa, ordena los planos, los papeles y dice:
—Confirmemos lo que tenemos. Según esto, la calle Don Jaime I es el Cardus, la calle Mayor y su continuación Espoz y Mina, es el Decumanus. Las cuatro puertas sabemos dónde están: una enfrente del puente de Piedra, otra al lado de las murallas romanas, la tercera es la entrada de El Tubo y la cuarta es la plaza de la Magdalena.
Elsa lo mira y lanza la pregunta al grupo:
—¿Y esto qué tiene que ver con que los adultos se desequilibran?
Consigue sacarnos una sonrisa a todos… menos a Samuel.
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Autor: Glen Lapson © 2016
Editor: Fundacion ECUUP
Proyecto: Disequilibriums
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