DISEQUILIBRIUMS. Los Individuos. Capítulo 12

CAPÍTULO 12
Viernes, 16 de diciembre
Hora: 15:30

David

—¿Quién coge el teléfono?

Ya estoy en casa. Lo primero que oigo es a mi madre gritar desde su habitación. El teléfono de la casa suena por todas partes. Miro en el salón. Mi hermano no está. Su habitación tiene la puerta abierta. No tiene la luz encendida. Veo que la puerta del baño está cerrada, directamente voy hacia el teléfono. Cuando lleva un rato sonando es verdaderamente molesto. Al terminar la llamada le cambiaré el tono del timbre. Este me recuerda ese sonido desagradable que utilizaban en el colegio cuando era pequeño para anunciar que el recreo había terminado. ¡Qué fastidio! Con lo bien que nos lo pasábamos en el patio. ¡Subir luego a clase! Siempre me pregunto si no habría que dar las clases en los patios en vez de en las aulas.

—Yo voy, mamá —grito mientras me acerco al aparato.

Al ver lo que hay apoyado junto al teléfono, y mientras levanto el aparato, grito:

—¡Tú móvil está aquí también por si lo buscabas!

—Gracias. —Oigo a mi madre desde el fondo.

Dirijo toda mi atención al auricular del aparato para saber quién llama. Por un momento me da un vuelco el corazón al oír una voz femenina que me dice:

—¿Tienes el móvil apagado? Llevo un buen rato llamándote

Aunque no era la voz femenina que realmente me hubiese cambiado la tarde, me alegro mucho de oír la voz de Elsa.

—Pues no sé —le contesto, mientras miro el aparato—. Ya veo, lo debí poner en modo silencio en algún momento y no lo había vuelto a activar. ¿Qué tal estás, Elsa?

—Bien, bien —comienza ella con un tono de voz bastante agitado. Nunca la había notado así, siempre parece que es el modelo de mujer dura que aparece en las películas y controla sus modales en todo momento. Hoy no. Ahora no. Me empiezo a preocupar yo también. Ella continua—: Te tengo que contar lo que me ha pasado.

Distingo que su voz se relaja. Me mantengo atento. Ha conseguido llamar mi atención:

—Al llegar a casa anoche, nos pusimos a cenar los cinco. Me había despistado mientras comía pensando en todo lo que nos había pasado hasta este preciso momento, recordando paso a paso lo ocurrido. Estaba un poco preocupada…

Se para un momento como para tomar carrerilla y seguir soltando todo lo que quiere decirme en menos de un minuto.

—… cuando me di cuenta de que el resto de mi familia estaban todos muy simpáticos. Mis hermanos no hacían más que hablar del partido de baloncesto que habían jugado esa tarde y mi padre no paraba de retransmitirnos a todos lo bien que habían jugado sus chicos. No sabía la razón exacta, pero lo cierto es que me sorprendí porque últimamente las cenas acababan con discusiones entre mis dos hermanos mayores. Como soy la pequeña siempre me echan la culpa y acabo yéndome a la cama enfadada con ellos.

Por un momento me imagino la escena. Ella es la pequeña, lo sé. Pero no solo es la pequeña en edad, es también la pequeña en tamaño. Y como todo en esta vida depende desde donde se mire, resulta que, si sus compañeros pensamos que ella es grande, sus hermanos son enormes. Han salido a sus padres que ninguno baja de un metro noventa. Lo que más gracia me hace es pensar en la escena de esa familia de cinco cenando en una cocina tan pequeña como la que tienen. Elsa siempre dice que se quieren cambiar a otro apartamento por el tamaño de la cocina, pero nunca lo hacen, con lo cual la escena tiene que ser al menos divertida.

—Durante ese momento de tranquilidad —continúa Elsa—, aprovecho para comentar a todos lo que nos ha pasado durante el día y la historia de la profesora, especialmente lo sucedido en el museo.

Se queda un momento callada. Cambia el tono de voz, como enfadada:

—¡Mis hermanos son unos idiotas!… — Se ha alterado y se ha dado cuenta, ahora baja el tono—: Se han reído de mí y no me han dejado continuar hablando! ¿Te lo puedes creer? Pero lo peor ha sido cuando mi padre ha dicho: «Eso son tonterías. Os tenéis que dedicar a estudiar que es lo realmente importante. Y esa historia de los romanos y la ciudad de Zaragoza no sirve para nada. Yo no lo he sabido nunca y fíjate qué bien estoy. Nunca he necesitado conocer esas chorradas».

Vuelve a quedarse callada. Le digo que continúe porque no sé si se va a poner a llorar o a gritar:

—Es mi padre, joder, y sé que le importo, pero si hubiera sabido lo mal que me iban a sentar esas palabras seguro que no lo hubiera dicho.

Se para un momento, y continúa más calmada:

—Lo miré muy seria, giré la cabeza y seguí comiendo en silencio. Nunca sabrá como de cerca estuvo de recibir todo el vino derramado de su vaso «sin querer» por mi parte, mientras me hubiese tropezado «sin querer» en la mesa. Pero ¿sabes, David?, no nos entienden. Así que una vez más lo dejé pasar.

Menos mal, ni lloros ni gritos. Pero sigo intrigado. Conociendo lo poco que conozco a Elsa, creo que nunca me llamaría solo para contarme eso.

—¿Ha pasado algo más, Elsa?

—Sí, sí, por eso te llamaba —continúa—. Justo cuando mi padre acababa de decir semejante sandez, tanto mi madre como mi padre se llevaron la mano al oído derecho a la vez mostrando en la cara como signos de que algo les dolía. Me acordé de lo que pasó en clase con la profesora.

Se queda callada un momento y suspira profundo.

—En ese preciso momento reciben un mensaje de texto en sus teléfonos móviles. Como la situación fue un tanto extraña, y aunque para comer siempre apartamos los móviles de la mesa, los dos se levantaron y los cogieron.

Elsa se queda callada al otro lado del teléfono un rato y no me pude contener:

—¿Y qué pasó? ¿Se desmayaron? —pregunto.

—No, no. El dolor de oído les duró muy poco y miré sin que se dieran cuenta por si sangraban, pero no. Lo que hicieron fue abrir los dos el mensaje del móvil y lo leyeron a la vez porque se dieron cuenta de que era el mismo. Era solo una frase toda junta: «Zaragozasedesploma».

Me quedo callado e intrigado, mientras veo que el móvil de mi madre tiene la luz intermitente encendida indicando que hay un mensaje de texto sin leer.

—Como un acto reflejo, miré mi móvil y vi que no tenía ningún mensaje. —Me despierta Elsa de mi distracción—: ¿Me podrías decir si tú has recibido algún mensaje?

Autor: Glen Lapson © 2016

Editor: Fundacion ECUUP

Proyecto: Disequilibriums

 

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