DISEQUILIBRIUMS. Los Individuos. Prólogo
PRÓLOGO
Viernes, 23 de diciembre
Hora: segundos antes del amanecer
El viento cambia de dirección, la veleta se mueve. Ha estado parada durante una hora, pero en este momento vuelve a su actividad normal. Si fuera una persona pensaría que realmente no hace mucho esfuerzo porque normalmente solo apunta en una dirección; se preguntaría sobre la razón de su existencia ya que, al cabo del año, apenas se mueve o está parada.
Cualquiera que haya viajado sabría que realmente no está quieta.
La mayor parte del tiempo apunta hacia el noroeste, el resto se posiciona mirando al sureste. Es realmente una veleta muy activa.
Pero lo que la propia veleta se preguntaría es la razón de por qué está allí.
El edificio, remodelado a principios del siglo xx, presenta una fachada como si de una obra de arte se tratara. Por encima de los pisos, en la misma esquina del cruce de las calles, alguien decidió instalar un pequeño torreón, y, sobre él, una veleta. Es de color oscuro y tiene representados los cuatro puntos cardinales en dos niveles debajo de ella. En el primero hay dos barras perpendiculares de hierro forjado apuntando en las direcciones pertinentes con las letras iniciales soldadas verticalmente en los extremos. En el segundo nivel por debajo se puede ver una circunferencia horizontal del mismo color que la veleta.
Pocos ciudadanos de Zaragoza son conscientes de la existencia de esa veleta en el cruce de la calle Don Jaime I y la continuación de la calle Mayor, llamada Espoz y Mina.
Tampoco hoy, los que caminan en el cruce de las calles elevan la vista para fijarse en ella.
Es temprano, está amaneciendo, solo dos personas están andando por esa esquina. Un señor se ha quedado parado mirando hacia el este a la hermosa torre de la iglesia de La Magdalena mientras las primeras luces del alba la iluminan desde la parte alta.
De pronto su mirada baja para fijarse en un grupo de jóvenes que viene corriendo hacia él. Se les ve muy agitados, van gritando entre ellos.
El grupo llega enseguida a la esquina. Son tres chicos y dos chicas. Un chico y una chica van de la mano. Unos y otros se gritan entre sí. El hombre solo llega a entender algo sobre si es la hora exacta a la que tenían que llegar.
Rápidamente miran el reloj, acuerdan que es correcta. En ese momento uno de los jóvenes extrae un instrumento de música y toca una melodía. Los demás se paran, miran alrededor. Las pocas personas que pasaban en ese instante se quedan quietas observando a los jóvenes. Justo cuando llega el final de la melodía, comienzan a aparecer una serie de ráfagas de luces provenientes del centro del cruce. De pronto el viento sopla con más fuerza. A medida que el joven toca la música, las luces se hacen más luminosas y el viento se intensifica. El chico mira mientras sigue tocando, el resto no dejan de observar al centro. Entre miedo y admiración, comienzan a cambiar la posición como si se prepararan para algo. El hombre sigue observando, no se ha movido ni un milímetro de la posición en la que estaba. Su vista está fija en el grupo, los brazos caídos, el cuerpo medio encorvado y la boca abierta.
Cuando el joven deja de tocar el instrumento, se abre en el centro del espacio entre las calles un portal oscuro con pequeñas luces que giran alrededor, en espiral, hasta perderse en el interior, hacia el vacío. Sin decirse nada entre ellos, comienzan a saltar en él uno a uno, desapareciendo en sus profundidades.
En ese momento el joven que iba de la mano de la chica, se desequilibra y ambos se sueltan. El chico cae fulminado, se golpea la cabeza en el suelo y permanece en la acera. A la chica se le oye gritar el nombre del joven estirando el brazo hacia su amigo mientras desaparece en el portal.
Inmediatamente el portal se cierra, las luces desaparecen, el viento se calma.
El señor que había estado observando la escena junto con una señora que se pasaba por allí, gritan, gesticulan pidiendo ayuda, llamando a la policía, mientras el joven permanece tumbado en el suelo. Nadie lo mira. Nadie lo atiende.
Si alguno de los presentes hubiese mirado hacia arriba, al edificio de la esquina, habría visto que, al cerrarse el portal, una figura que había estado observando toda la escena desde detrás de la cortina del octavo piso, había dejado de mirar y se había retirado al interior del apartamento.
(…)
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Autor: Glen Lapson © 2016
Editor: Fundacion ECUUP
Proyecto: Disequilibriums
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Ya me ha atarpado la historia. La seguiré.
Estupendo, Alberto. Qué bien!
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